Curiosa la
nostalgia. Te sacude como si fueras una alfombra colgada de un alambre a la que
una mano enemiga sacude con fuerza. El polvo que atesoras se va, te vacías a
golpes, quedas limpia como una patena libre de los recuerdos.
Serie policial. P: 8/10.

Y todo fue
de mejor a mejor. Falk con su eterna gabardina, su puro de semi lujo, su coche
siempre sucio y ruidoso (en algunas ocasiones con un perro orejudo) y sus preguntas indiscretas, su rascarse la
cabeza y mirar al suelo, rebuscando en la basura y donde se le ocurriese, con sus
frases incisivas, de listillo que no se espera. Pero el foco del episodio no
estaba en el, estaba en una inmensa Vera
Miles (Psicosis, Falso culpable y Centauros del desierto, Psicosis II),
una diosa de la pantalla haciendo sombra al ejemplar de Falk. Curado de espanto
y alegre por lo visionado me sorprenden con el artista invitado, lástima que no
lo prodigaran más en el guion o lo mataran sádicamente en medio del capítulo:
el monstruo de Vicent Price con sus gestos de pirado loco haciendo el loco
gerente de una agencia de cosméticos. ¡Alucinante!. Pero a alguien tienen que
cargarse y como no se cargan a un jovencísimo y esplendido Martin Sheen. Da
gusto ver como nuestra heroína de siempre, la Hitchockriana Miles se lo carga
con un buen golpe con el microscopio de turno. La escena del descubrimiento de
la dicha asesina y su detención es un ejemplo de gran actuación, casi perfecto.
Lástima que solo fuera un capitulo de una serie. Modélico.
En el
segundo episodio, una intrincada historia de asesinato para proteger la fama
del hijo, aparece ese gran actor, esa joya rutilante en el firmemente que es
Robbie, ¡sí!, el robot de “Planeta prohibido”, lo mejor del capítulo, una
pasada nostálgica y sentimental que se cierra con una escena final digan del
mejor “giallo” italiano. Ver juntos al Falk y Robbie es de antología y no del
disparate.
En el
tercero un Donald Pleasence (si, el de La noche de Halloween)hace de enólogo
californiano y asesino de su propio hermanastro a causa de la heredades de la
tierras donde él hace su mejor vino. Un Donald en estado de gracia, snob total,
dulce tras sus muestras de vino, con su sonrisa semitriste de hombrecillo anodino,
enfrentado al cutre Colombo. Una delicia de episodio con un remate, su
detención, realmente genial.
Y en este último,
esta pasada noche, una delicatesen americana: Swan Song. Johnny Cash en
el papel, muy suyo, por cierto, de cantante country y religioso, que asesina a
su esposa y una joven del coro que fue su amante cuando tenía 16 años y con la
que le tienen atado y bien atado. Un complejo plan de asesinato con escenas
geniales como la de empleado de las pompas fúnebres tratando, de forma inútil,
de venderle a Colombo un plan de entierro, genial e insuperable. O ese final
engañando al asesino y capturando con un cierto deje de tristeza.
Una serie
genial e irrepetible, como el propio actor. ¿Sabíais que su ojo derecho es de
cristal?...
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