domingo, 27 de julio de 2014

Curiosa la nostalgia: Colombo.


Curiosa la nostalgia. Te sacude como si fueras una alfombra colgada de un alambre a la que una mano enemiga sacude con fuerza. El polvo que atesoras se va, te vacías a golpes, quedas limpia como una patena libre de los recuerdos.
Serie policial. P: 8/10.

Me ha pasado, de forma gozosa, recordando aquella mítica serie de “Colombo”, la estamos viendo en estas noches que comienza el frio y la lluvia, pronta, intempestiva, tormentosa, limpiadora de calles y polvo, se presente tras las ventanas. Cada noche un capítulo de la tercera temporada, todos juntos a Dios gracias y en buena compaña. Los niños con el helado en la mano y nosotros con una copita de licor de hierbas gallego que esta de miedo. Me puse a verlos con un cierto desdén, con apatía no exenta de que el rollo después de tantos años, que no me gustarían como antaño, que quedarían cutres y malos. Me ha pasado con muchas series del pasado (Bonanza, Star Trek, etc.) De todas de las aquel tiempo de los 70 quizás sea la única que perdura, que se mantiene por la gran calidad de guiones y actores. Una proeza. La recuerdo de aquellas tardes  de los domingos

Y todo fue de mejor a mejor. Falk con su eterna gabardina, su puro de semi lujo, su coche siempre sucio y ruidoso (en algunas ocasiones con un perro orejudo)  y sus preguntas indiscretas, su rascarse la cabeza y mirar al suelo, rebuscando en la basura y donde se le ocurriese, con sus frases incisivas, de listillo que no se espera. Pero el foco del episodio no estaba  en el, estaba en una inmensa Vera Miles (Psicosis, Falso culpable y Centauros del desierto, Psicosis II), una diosa de la pantalla haciendo sombra al ejemplar de Falk. Curado de espanto y alegre por lo visionado me sorprenden con el artista invitado, lástima que no lo prodigaran más en el guion o lo mataran sádicamente en medio del capítulo: el monstruo de Vicent Price con sus gestos de pirado loco haciendo el loco gerente de una agencia de cosméticos. ¡Alucinante!. Pero a alguien tienen que cargarse y como no se cargan a un jovencísimo y esplendido Martin Sheen. Da gusto ver como nuestra heroína de siempre, la Hitchockriana Miles se lo carga con un buen golpe con el microscopio de turno. La escena del descubrimiento de la dicha asesina y su detención es un ejemplo de gran actuación, casi perfecto. Lástima que solo fuera un capitulo de una serie. Modélico.

En el segundo episodio, una intrincada historia de asesinato para proteger la fama del hijo, aparece ese gran actor, esa joya rutilante en el firmemente que es Robbie, ¡sí!, el robot de “Planeta prohibido”, lo mejor del capítulo, una pasada nostálgica y sentimental que se cierra con una escena final digan del mejor “giallo” italiano. Ver juntos al Falk y Robbie es de antología y no del disparate.

En el tercero un Donald Pleasence (si, el de La noche de Halloween)hace de enólogo californiano y asesino de su propio hermanastro a causa de la heredades de la tierras donde él hace su mejor vino. Un Donald en estado de gracia, snob total, dulce tras sus muestras de vino, con su sonrisa semitriste de hombrecillo anodino, enfrentado al cutre Colombo. Una delicia de episodio con un remate, su detención, realmente genial.

Y en este último, esta pasada noche, una delicatesen americana: Swan Song. Johnny Cash en el papel, muy suyo, por cierto, de cantante country y religioso, que asesina a su esposa y una joven del coro que fue su amante cuando tenía 16 años y con la que le tienen atado y bien atado. Un complejo plan de asesinato con escenas geniales como la de empleado de las pompas fúnebres tratando, de forma inútil, de venderle a Colombo un plan de entierro, genial e insuperable. O ese final engañando al asesino y capturando con un cierto deje de tristeza.

Una serie genial e irrepetible, como el propio actor. ¿Sabíais que su ojo derecho es de cristal?...

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